Antifantastico

Cuando despertó, Roberto se dio cuanta de que algo ya era distinto pero no pudo distinguir bien qué.
“Momento… Me niego a hacer nada. Voy a quedarme sentado en esta cama todo el día.”
Roberto se dirige entonces al baño.
“No.”
Movete, Roberto, dale que si no me cagás el cuento.
“No me muevo un carajo.”
Aparentemente Roberto no se quiere mover, se queda en su cama como un personaje estúpido y sin profundidad, esperando.
“¡Eh! ¿Que decís? Yo esto lo hago por mi bien.”
Lo que es bueno o malo para vos lo decido yo, ¿entendés? Vos tenés que salir de esta habitación mugrosa y desordenada, empezar tu vida, la única vida que tenés oportunidad de vivir gracias a mí.
“No, no. Mi bien lo voy a decidir yo. Porque una vez leí en un lugar que el cuento fantástico siempre termina con la muerte del personaje. Y yo no tengo muchas ganas de morirme. Quiero seguir tranquilo esta vida, despertarme todos los días a las siete, ir a laburar a la oficina… No pido más que eso.”
¿Pero eso no es aburrido, Roberto? Pensá, te estoy ofreciendo vivir, vivir de verdad. Te estoy ofreciendo un cambio radical en tu vida. Todavía no sé si te vas a morir o no.
“Me importa un pito. Vos lo único que querés hacer es matarme, no contarías una historia que termine bien, las historias que terminan bien no merecen ser contadas.”
Pero no, Roberto, lo más probable es que no mueras… Por ahí le pasa algo al mundo, si querés, o a tu novia o a tu jefe o a tu mamá. Pero te aseguro que a vos no te va a pasar nada.
“Psss… Con mi jefe hacé lo que quieras, pero a mí y a mi familia no le tocás un pelo. Igualmente no podés hacer nada si no salgo de esta habitación.”
Que tipo jodido, che. Dale, movete. Si te movés te prometo que después del cuento las cosas en tu vida van a ir mejor: mujeres, dinero, poder; los vas a tener a todos.
“No me importa todo eso. Yo quiero mi vida tal cual está.”
Tu vida no existe, date cuenta de eso. Sos solo un conjunto de letras en un papel, cuanto mucho un conjunto de acciones adentro de una trama que casi no existe. Sos solamente palabras, palabras de las que no podés escapar, palabras que te encierran y te restringen y te acotan y te definen. Sos una cosa inventada por otra cosa.
“¿Y? Quiero seguir así. Quiero creer que todo esto es verdad: que tengo treinta años, una novia, un título de arquitecto, un trabajo de ocho horas y una amante tres veces por semana.”
Vos sos un pelotudo. Movete, ¿querés? Que ahora se viene la mejor parte de tu historia.
“No.”
Bien, si las cosas son así…
Roberto decidió no moverse. Al no salir de la pieza no pudo enterarse de las últimas noticias de la radio. Minutos después las piedras de siete centímetros de diámetro del granizo que había en la calle agujerearon su ventana y comenzaron a golpearlo en todo el cuerpo, una camioneta derrapaba y chocaba contra su casa tirando abajo la puerta y parte del frente de su living, y luego un rayo caía en la antena de TV satelital dándole una descarga de veinte mil setecientos watts.
Cuando cayó el meteorito, Roberto ya había muerto.