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Las formas en los ojos

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Eulogio-C-Bonfanti's avatar
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Yo no creo en Dios.
Mis papis me mandan a un jardín católico y la señorita Estefanía me dice “Joaquincito, Dios está en el cielo y es bueno”, pero a mí me parece una mentira. Porque si Dios existiera y fuera bueno yo no me moriría algún día. Porque la muerte es mala.
Yo no creo en Dios. Pero creo en lo que me dijo Marianita, mi novia de salita azul. Dijo que nosotros podemos ver el futuro cuando cerramos los ojitos y nos fijamos en las formas de colores que tenemos ahí. Ella me dijo que cada tanto veía dos bolitas rosadas que se separaban, cambiaban de colores y se volvían a juntar.
Mis papis no se quieren mucho. Cuando los veo pelearse cierro los ojitos y veo tres bolitas verdes que están en el medio y se separan despacito, unas para un lado, otras para el otro.
Y cuando llego a casa después del jardín mamá me prepara la chocolatada con vainillas y yo cierro los ojos y veo una pelota roja que crece mucho mucho hasta volverse todo rojo. Creo que el rojo es para cuando me va a gustar algo.
Pero siempre que cierro los ojos veo un puntito violeta muy oscuro abajo a la derecha. No sé qué será.

Yo soy Joaquín Pedro Gonzales. Vivo con mi mamá Fernanda Martínez. Ya no soy el mismo de hace tres años. Ahora voy al colegio y estoy en tercero. Y soy más alto y corro más rápido. Y calzo 38.
Mamá ya no me manda a un colegio católico porque el año pasado tuve problemas con el padre Ernesto y entonces decidió sacarme.
Ahora vivo en un departamento que es muy chiquito al lado de mi casa de antes. Y además algunos días viene el pelado botón. Cuando viene yo cierro los ojos y veo dos bolitas verdes al lado de una azul y una bolita muy chiquita de color amarillo que sale de una de las bolitas verdes.
Creo que ya estoy entendiendo algo de lo que me dicen las formas en mis ojitos, aunque mi novia de salita azul, Marianita, me dijo que ella no entendía casi nunca. Y mi novia de segundo, Gisela, me dijo que eso era una mentira y que solo Dios sabía el futuro.
No me gustaría no poder conocer mi fututo. Suerte que Marianita me enseñó el truco de las formas en mis ojos.

Qué molestia que es ver a mamá con panza. Nunca quiere hacer nada y siempre está con un humor de perros. Todo por culpa de ese pelado gordo de Oscar. ¿Por qué tenía que aparecer si mamá y yo estábamos bien?
Ahora el departamento ya nos queda chico. El perro siempre hace un desastre y mamá cada día lo odia más. Pobre Jacky, siempre le pega.
Ayer mamá tuvo un día muy malo. Llegó a decirme que por vago nunca iba a pasar de sexto grado. Yo me fui corriendo a mi pieza y cerré los ojos. Ví una bolita verde, una verde oscuro y una azul. No sé que habrá pasado con la bolita amarilla.
Y abajo, siempre abajo a la derecha, la bolita violeta. Cuando la miro y creo ver que cada día es un poquito más grande me asusto.

El pelado está cada vez más pelado y canoso y gordo. Y encima se dejó los bigotes. Que tipo desagradable. Todavía no entiendo por qué mamá se lo banca.
Y mamá... Pobre mamá. La muerte de Sofía dos meses después de nacer terminaron de amargarla.
Hace años que no me hace la chocolatada y no me dice cosas lindas. Pero pude demostrarle que no soy ningún vago porque terminé el secundario.
También me anoté en la facultad. Filosofía. Y el pelado, que tiene una cabeza cuadriculada, dijo que si no estudiaba otra cosa el año que viene me iba a tener que buscar un trabajo. Me importa un pito.
Hace mucho que no cierro los ojos y me concentro. Creo que eso era un cuento de chicos.
Sí... Debe ser...

Hace cuanto ya terminé la secundaria... Cuando pienso en eso y me acuerdo me viene como una melancolía, porque sé que mi memoria va a terminar de borrar ese recuerdo y mi vida se va a hacer más breve hasta convertirse en un solo instante: el instante único y eterno del ahora, desprovisto de los recuerdos que me conectan con ese nenito de jardín que salió con Marianita y se peleaba con la señorita Estefanía, y cerraba los ojos muchas veces para conocer un futuro que terminó dándole miedo.
Hoy ya no tengo a mi mamá. Se murió, aunque todavía me queda su recuerdo. Supongo que esa es una forma de mantenerla viva aunque sea inútilmente. El pelado me pidió disculpas por todo en el día de su funeral. Lo mandé al carajo.
No me faltan muchas materias para recibirme. Aunque fue un poco larga mi estadía acá adentro, en estos ocho años aprendí mucho. Y tengo un buen trabajo, aunque supongo que voy a intentar dar clases cuando me reciba.
Pero igualmente al trabajo le debo estar al lado de la mujer de mi vida. Que extrañamente resultó ser mi primera novia del jardín, Marianita. La ví de nuevo el primer día de trabajo, estaba sentada con los ojos cerrados y tenía una cara muy tranquila. Después abrió los ojos y me dijo que sabía que yo iba a aparecer. En un par de años más nos casamos.

Verla a Mariana con panza me produce sensaciones encontradas. Por un lado me da felicidad porque ahí adentro hay una vida de la cual soy en parte responsable, pero por el otro me acuerdo de mamá y de su embarazo de Sofía y otra vez aparecen las memorias del pasado. Parece que nuestra memoria elige siempre aquellos recuerdos dolorosos para mostrarnos todo el tiempo.
Hace poco Mariana me preguntó si seguía cerrando los ojos como ella me había enseñado. Le dije que no y me contestó que era un miedoso. Ambos quisimos evitar una pelea y miramos para otro lado. Pero ella me pidió por favor que no dejara de cerrarlos porque tenía que estar preparado.
Sorprendentemente, cuando cerré los ojos ví que la bolita violeta de abajo estaba considerablemente más grande que antes. Tuve mucho miedo y lloré sin saber por qué en su hombro. Creo que ella también lloró sin decirme nada.

Cómo me cansan las clases, cada día me agito más. Los jóvenes de hoy en día son muy enérgicos. A veces siento que me contagian, pero después me acuerdo que ya estoy bastante viejo para andar haciéndome el pendex. Y encima cuando llego a casa anda Simone dando vueltas. Ya tiene siete años y está todo el tiempo enchufadísima. Siempre solemos tomar la chocolatada cuando vuelvo de trabajar. Y ella mira, es una chica muy despierta y mira mucho a los ojos. A veces, cuando nuestras miradas se encuentran por casualidad, veo en sus ojitos verdes un dejo de melancolía que me asusta.
Creo que Mariana le enseñó el secreto de cerrar los ojos.
Qué bueno porque yo hace mucho que no lo hago.

Es cómico cómo se pueden desenvolver los acontecimientos de tu vida. Hoy pensaste que eras el rey del mundo, que podías llegar a ser el hombre más feliz de la tierra, que tenías a tu lado a dos ángeles que te protegían... Y de pronto se va todo al carajo.
Hace cinco meses tuve una recaída muy grave. Los médicos me dijeron que tenía mal de chagas. Me lo pegué con una jeringa infectada, según dicen, alguna vez que haya ido a donar sangre. Y uno se pregunta para qué mierda es donante si le pueden pasar cosas como estas.
Mariana y Simone parecían muy tranquilas cuando les conté que los médicos dijeron que no puedo pasar el año de vida. Mariana me miró con cara de “te lo dije”. Simone ahogó una lágrima y me acarició la cara con tanta ternura... A veces me cuesta creer que esa mujercita sea aquella cosita que parecía tan frágil y desprotegida cuando nació. Y ahora el frágil soy yo, y la vida invierte los papeles porque la que me quiere cuidar es ella.

Hace una semana tuve otra recaída. Creo que no voy a aguantar mucho más tiempo.
Vinieron a visitarme mis alumnos. Estos chicos de hoy, cuanta energía que tienen. Quisiera poder sentir que me contagian.
Durante el tiempo que llevo internado estuve pensando mucho. Recordando. Recuerdo que de chiquito no creía en Dios, y ratifico lo que siempre dije: si Dios existiera yo no tendría por qué morirme, y dejar a mi hija y a mi mujer solas.
Recuerdo mi época de estudiante y me parece haber estado viviendo un sueño durante esos años. Quizá lo fueron. Pero sueño o no, fueron ciertamente los mejores de mi vida.
Recuerdo mis épocas de universidad y las personas que hicieron prácticamente lo que soy en este momento.
Recuerdo cuando nació Simone. Recuerdo ese día muy vívidamente. Tanto que cada vez que lo hago tengo las mismas emociones y las mismas ganas de llorar.
Pero son sólo recuerdos. Hoy no son nada. Hoy yo soy yo, a punto de morirme en esta camilla de hospital, y no soy ni remotamente parecido a aquel pibito que cerraba los ojitos cada dos por tres.
Pero por alguna razón me sigo reconociendo en él.

Hace un rato vino Mariana. Preguntó si había cerrado los ojos y le dije que no lo hacía hace tiempo. Me pidió que los cerremos juntos.
Ambos vimos lo mismo: una esfera violeta que crece y se expande.
“El violeta significa la muerte” dijo Mariana. La muerte que está por llegar, supongo. Pero estoy tranquilo después de todo. Creo que viví una buena vida.
Mariana llora tapándose la cara con mis sábanas.
Me agarra un dolor en el pecho. Trato de gemir pero no me sale nada. Veo que Mariana se pone blanca. No me parece muy sensato luchar contra algo que es inevitable, así que prefiero cerrar los ojos.
La esfera violeta crece, se expande, se vuelve a achicar y explota esparciendo bolitas blancas para todos lados. Mi corazón deja de latir. Muchas bolitas blancas se mueven hacia algún lado. Una, sólo una, encuentra a la bolita roja y se une a ella.
No creo que vaya a recordar esto en algún otro momento de mi vida.
Comments11
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angelelectrico's avatar
Es una belleza... me encanta, asi que me la llevo a favoritos para leerla cuantas veces necesite. Preciosa!!


Te mando muchisimas ondas para que tu vida sea lo mas placentera posible y mil millones de felicitaciones por ese hermoso trabajo!